Era de ese material suave como medias de nylon, recordaba lugares encerrados que no permitía que nada saliera o que cambiara su aspecto o su manera de hablar y moverse, sin embargo cuando se encontraba allí jamás dejaba de rezar “en el nombre del padre” bla bla bla, por su vida y la de sus pares, porque sabia que estaban en peligro y que tal vez nunca salieran de ese lugar ruidoso que no les dejaba descansar el oído ni un segundo de su estadía, no estaban en una habitación silenciosa, como las de radiología.. De repente, un día recordando lo que le habían dicho, que jamás saldrían de allí, el nylon se rompió y escaparon, corriendo por las calles donde había nuevas informaciones que ellos desconocían y propagandas de comestibles, como yogures descremados, o de ropa interior para noches que ellos jamás había disfrutado. Estuvieron demasiado tiempo ahí, encerrados, estaban como en una estancia, eran todos pollitos y había una madre, la madre del pollo, la que comandaba ese encierro supuestamente infinito. Esa madre no permitía debilidades ni cosas extrañas, todos normales según ella, sin homosexuales, “mariconcitos”, decía ella, ni de otras nacionalidades, ni con olor as transpiración, “olorosos”, según ella. Nadie podía ser diferente, todos iguales, como si la prohibición no los llevara a vomitar sin que la madre se entere y quedar flaquitos y sin tener ayuda de nadie. Ahí encerados nunca se pudo dar un grito de guerra, porque nadie escucharía. Vivieron ahí trescientos noventa días insoportables, sin nadie a quien acudir. Es la historia de el, pobrecito, no le tengan lastima, que todo es aprendizaje en esta vida.
MC - 07/03/2008